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¿A qué volumen hay que masterizar la música para distribución digital?

Nos pasa a todos. El suelo se mueve, los brazos se levantan, sentimos cosas que no podemos explicar y la cabeza se nos medio emborracha de una extraña manera, diferente a cualquier otra sensación. La música y sus efectos. Y casi siempre suele suceder que cuando escuchamos una canción a un volumen alto nos suena mejor, es así. Partamos de ese lugar difícilmente tangible o cuantificable para hablar de uno de los principales quebraderos de cabeza para músicos, ingenieros de mezcla y masterizadores en el actual panorama de consumo de productos musicales: ¿a qué volumen hay que masterizar la música para enviarla a las plataformas digitales asegurándonos de que sea competitiva comercialmente?

 

Servicios de masterización en Madrid

 

Como músicos y productores, además de conseguir que molen y cuenten cosas (principal objetivo de la actividad creativa), queremos que nuestras canciones suenen con presencia y buen volumen, sobre todo porque, no nos vamos a engañar, tememos que cuando sean reproducidas en servicios de streaming junto a otras canciones no estén al mismo nivel y parezcan de peor calidad.

No vamos a entrar en detalles sobre quién empezó a pasarse con las masterizaciones basadas en maximizar el volumen (vale, sí nos metemos, escucha el segundo de Oasis) frente a las masterizaciones basadas en maximizar las dinámicas (escucha un disco de Yo La Tengo), pero el caso es que en los últimos años nos hemos visto inmersos en una a veces absurda carrera por ver quién suena más alto y quién despeina más a todo el mundo con su máster. Esto es algo que quizá partía más del mundo de la electrónica, en el que la experiencia de escucha en un club y su componente bailable tenían bastante peso, pero que acabó permeando al resto de estilos y, con la concentración de la experiencia de escucha en el medio y formatos digitales, dio lugar a lo que se llamó loudness wars, un fenómeno que ha dominado el sector de la producción musical en las últimas décadas, también en lo que se refiere a reediciones remasterizadas de discos antiguos, como se puede comprobar en esta comparativa de ondas de audio de la reedición del Californication, de Red Hot Chilli Peppers, frente a la edición original.

 

Loudness war ejemplo

 

¿Qué ha pasado? La música se sobrecomprime en la fase de masterización y así podemos subir la señal general y conseguir niveles de volumen más altos, sacrificando por el camino el rango dinámico (la distancia entre picos altos y bajos en el sonido), que se reduce prácticamente a cero. Resultado: todo suena a tope.

Supuestamente esta guerra ha terminado hoy. O, mejor dicho, ya no tiene sentido, ya que en los últimos tiempos los servicios de streaming y proveedores digitales aplican sistemas de normalización de volumen, por lo que una canción que sobrepase los límites establecidos por dichos sistemas es reducida automáticamente para nivelarse junto al resto. Esto, por un lado, es bueno, ya que anima a músicos y técnicos a preocuparse algo más por otros componentes de la producción, mezcla y masterización musical como, por ejemplo, el rango dinámico, pero al final, dicho crudamente, estas normalizaciones son algo que no deja de ser una intervención y, si nos podemos más apocalípticos, una mutilación de la obra por parte de un intermediario. Suena mal, pero es así.

No vamos a entrar mucho en esta cuestión, la normalización es necesaria y la celebramos, y en principio parte desde un lugar de preocupación por la estandarización y el interés general y centrado en conseguir la mejor experiencia de usuario posible. Nos parece peligroso, eso sí, que un proveedor dictamine acerca de cuestiones artísticas (de esto hablaremos más adelante), por lo hablar de que hoy en día este tipo de actores pueden hacer que una carrera crezca o no a través de la exposición que puede ofrecer a determinados artistas en su propio sistema. La solución para que esto no se convierta en algo dictatorial o, cuanto menos y sin exagerar tanto, en un monopolio extraño (debido a la naturaleza de dicho agente principal) debería ser, pensamos, la diversidad de actores en el panorama y que hubiera así más equilibrio de fuerzas. El pastel debería estar repartido entre unos cuantos.

 

masterización madrid

 

Vale, al grano, ¿entonces tenemos que masterizar teniendo en cuenta las reglas de normalización y recomendaciones de los servicios de streaming y proveedores digitales? Respuesta corta, sí. ¿Debería ello condicionar la esencia de nuestras creaciones y las decisiones artísticas a la hora de finalizar un trabajo? No tanto. Es decir, respetemos las normas del ecosistema en el que nos ha tocado vivir actualmente, conozcámoslas al menos, y después decidamos qué es lo mejor para que nuestra música sea lo que queremos que sea. A este respecto, vamos a exponer una serie de puntos que sintetizan nuestra visión. Eso sí, no pretendemos sentar cátedra. Nosotros pensamos así, tú piensa lo que tú creas en función de tu experiencia y tu criterio. Bienvenido sea el debate y compartir conocimientos, algo que nos enorgullece que exista de una manera tan sana en la comunidad online de producción musical.

Dicho lo cual, ¿cuáles son nuestras recomendaciones? Allá van:

1.- Principalmente, te diríamos: masteriza siempre con la idea de que la canción es una obra en sí misma y que tiene que funcionar y tener sentido independientemente de cualquier otra consideración. Es decir, masteriza asegurándote de que te suena bien y estás contento con el resultado, independientemente de todo los demás. Esto parece una perogrullada, pero quizá no lo es tanto y es necesario recordarlo. Que prime lo artístico.

2.- Un rango dinámico amplio favorece que el volumen percibido y los LUFS (acrónimo de Loudness Unit Full Scale) puedan sean mayores. Parece que esta afirmación no tiene sentido de primeras y que de ser así sucedería lo contrario, ya que con más rango dinámico hay más aire, más espacios por ocupar, pero creemos que no es así, que podemos sonar más alto teniendo un buen rango dinámico. ¿Por qué? En el ejemplo anterior de los RHCP, vemos que en la versión remasterizada apenas hay rango dinámico. ¿Qué pasaría con esa versión hoy en día en Spotify, que aplica una normalización a -14 LUFS integrados, la medida estándar para determinar el volumen de audio en la industria muslcal? Creemos que sonaría mucho peor, e incluso más baja que la anterior, si ambas versiones se hubieran masterizado, pongamos por ejemplo, en -11 LUFS integrados (en principio, tres unidades de volumen por encima de la recomendación).

Si mandamos la segunda versión a Spotify nos van a pegar un tajo que va a afectar bastante a la parte más gruesa y principal de la onda de audio, con lo que la canción sonará más apagada y sin dinámicas (según el ingeniero de sonido Matt Mayfield, en una cita que se hizo célebre en la lucha contra las masterizaciones pasadas de compresión y volumen, "cuando no hay calma no puede haber ruido").

Si por el contrario mandamos la primera versión, la normalización no afectará tanto al sonido general y al volumen percibido de la canción. No hay que olvidar tampoco que la unidad de medida es LUFS integrados, o sea, el promedio a lo largo de la canción. Con lo cual, cuanto mayor rango dinámico haya (siempre dentro de un promedio sensato, también es peligroso que no haya compresión y que los picos altos estén alejadísimos de las picos bajos), mayores partes altas, con volúmenes por encima de la recomendación/imposición promedio, podremos incluir.

Una recomendación en este sentido sería entregar un máster algo pasado de LUFS respecto al límite (todo el mundo lo hace), a unos -10 o -11 LUFS integrados, por ejemplo, pero asegurándonos de que tenemos un rango dinámico sano.

Sin decir nombres de grupos, estamos comprobando hoy en día en servicios de streaming que algunas producciones supuestamente potentes se quedan opacas y sin pegada tras la normalización debido a que no han cuidado el rango dinámico.

 

LUFS

 

¿Qué queremos decir con todo esto? Lo que hemos dicho al principio, que hagas lo que quieras a la hora de masterizar y que no permitas imposiciones, sí, pero que interiorices también que al final una masterización que cuide la dinámica (y, en su origen, la mezcla del ingeniero) va a ayudarnos a que el volumen sea óptimo, tanto para el resultado artístico de la obra en sí misma como para que esta sea distribuida en streaming o a través de proveedores digitales. Y es cierto que eso justamente es lo que se está promoviendo con estas normalizaciones, que fluctúan entre los -12 y los -16 LUFS, dependiendo de las diversas plataformas del mercado.

3.- Recuerda que los LUFS son tan solo una medida de volumen. Es cierto que es la referencia que utilizan las plataformas de streaming hoy en día, pero ten en cuenta que existe también el concepto de volumen percibido (perceived loudness), que puede hacer que una fuente de sonido o una canción nos suene más alta que otra aunque físicamente ambas tengan el mismo volumen.

Aquí entran en juego lo que se conoce como psicoacústica y numerosos factores físicos y que determinan nuestra experiencia de escucha, pero a la hora de mezclar y masterizar hay que tener en cuenta que el volumen se consigue en el conjunto de acciones que realizamos, no solo en el mastering. Desde la mezcla deberíamos estar trabajando para conseguir ese volumen deseado, por ejemplo, trabajando bien las dinámicas, como ya hemos comentado, pero también si utilizamos saturación y generamos armónicos en los sonidos, en los subgrupos o en el mixbus. Un armónico es por así decir una réplica o el eco de un sonido en su octava superior. Existen técnicas y herramientas en la mezcla que nos permiten introducir armónicos nuevos en lo que está sonando o incluso generar nuevos armónicos a partir de los sonidos que tenemos. De ambas formas podremos conseguir un volumen percibido superior aunque no estemos necesariamente incrementando el volumen en la medición de LUFS.

4.- Al final una mezcla equilibrada es el objetivo a conseguir antes que cualquier otra cosa, no debemos olvidar esto nunca. Una mezcla equilibrada favorecerá sobre todo una mejor experiencia de escucha pero también permite que podamos conseguir volúmenes deseados de manera más natural. Por ejemplo, si tenemos una mezcla en la que el low end, la parte grave del espectro de frecuencias, está descontrolado y se come el resto de grupos de frecuencias, será difícil que a partir de ahí podamos conseguir buenos volúmenes generales en la masterización. Llegaremos al límite sin apenas definición y todo sonará ahogado. Conseguir siempre un buen equilibrio de frecuencias dentro del espectro (grave/agudo, desde los 20Hz hasta los 20kHz) es vital en este sentido, y eso se consigue tanto en la mezcla como anteriormente durante la composición y producción, eligiendo arreglos y sonidos, instrumentos, etc., pero también es necesario que exista un equilibrio en el resto de ejes que conforman una mezcla: el volumen de los elementos (alto/bajo), la disposición en el campo estéreo (izquierda/derecha), la espacialidad o cercanía de dichos elementos (cerca/lejos), etc.

5.- Con todo, ten en cuenta cuáles son los volúmenes recomendados en cada plataforma y toma decisiones informadas. Hay gente que hace diferentes masterizaciones y volcados mientras que otros hacen un volcado de máster para todas las plataformas y proveedores. Nos inclinamos por esta segunda opción (nos ponemos estupendos, sí, pero no está de más recordar que al final un hecho artístico es un statement), pero en cualquier caso lo que sí recomendamos es tener claro lo que estamos haciendo y por qué tomamos la decisión que sea.

6.- Nadie mejor que tú conoce tu música y sus características, así que intenta encontrar cuál es el punto óptimo para tus producciones. Puedes ajustarte más o menos a las recomendaciones, probar con diferentes técnicas a la hora de mezclar, jugando con las saturaciones y las técnicas de compresión, ecualización y efectos, y a la hora de masterizar, con los niveles de LUFS pero también con la apertura de la señal estéreo, los armónicos o el punto en el que estableces el true peak o techo absoluto (para Spotify sobre el papel la recomendación es de -1 dB, o de -2dB si superas los -14 LUFS). Combinando todos estos factores encontrarás la medida para que tu máster sea competitivo comercialmente sin comprometer elementos musicales y artísticos.

Gracias por leer hasta aquí, esperamos que el post te haya sido de interés. Comenta lo que quieras o cuéntanos tu experiencia o tu punto de vista : )

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1 comentario

  • Me ha encantado el artículo. Después de muchos años, me he puesto a grabar música en casa y me topé von un vídeo en Youtube que hablaba de LUFS, concepto nuevo para mí. Luego, buscando en la web me topé con fente que decía que era mejor masterizar como se había venido haciendo, otros decían que no. Me quedo con que no tengo que buscar esos volúmenes imposibles que los aficionados nunca podíamos conseguir :-) Gracias de tomaros el trabajo de explicar estas cosas.

    Mikel

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